jueves, 2 de diciembre de 2010

La peregrina y el guardián

Esa noche se hizo sentir, ni las luces podían disimular su presencia.

Ella subió a la esquina de la certeza, sus ojos le confirmaron lo que su corazón le venía susurrando: desde una ventana estaban ellos jugando abrazados y sonriendo, ella los vió tan felices... Aquella escena arrancó parte de su espíritu que se transformó en lágrimas.
Se alejó desorientada de aquel edificio.

Un bar austero la cobijó.
Allí dejó las llaves en el frasco de la esperanza,
su guardián prometió tenerlas allí por si él las reclamaba...
Y con su bolso lleno de incertidumbres inició el viaje hacia donde sus pies la guiaran.

El tiempo transcurrió como arena en sus manos, ella volvió a esa misma esquina y miró hacia aquella ventana, ya no había ninguna luz que proyectara alguna figura...
El departamento estaba en venta.
Desde su alma un cálido aliento escapó para fusionarse con el aire frío de aquel lugar.
Tan solo ella sabe qué reflexión le inspiró ese pasado y este presente. Pero en su mirada se estaba reflejando un futuro...


Caminó hacia aquel bar para volver a saborear la especialidad de la casa, la torta de arándanos con helado.
El guardián le confirmó que nadie había reclamado sus llaves.
Quién sabe qué sentimiento tocó a su corazón aquellas palabras... tan solo lo miró y sonrió cortésmente.

Ella se sentó y le pidió lo de siempre, charlaron largo rato sobre senderos, puentes y túneles que tuvieron que sortear.

En un momento ella quedó dormida sobre la barra, su viaje había sido muy agotador.
Una sombra templada eclipsó su rostro hasta tocar sus dulces y helados labios.
Era el guardián, quien se convirtió en el dueño de sus sueños y sus esperanzas.



Marez
···