viernes, 16 de noviembre de 2012

el azahar

La ventaja que tiene el de caminar e ir con el tiempo suficiente o con la concentración suficiente para observar cada detalle de lo que te rodea durante ese transitar es que la Naturaleza, especialmente ella, te enseña.

Es fascinante sentir el aroma del azahar durante el comienzo de la primavera, sumado a la belleza que destaca al árbol que lo adorna, ese naranjo o esa mandarina hacen notar su presencia gracias a su flor... hombres, animales, insectos se asoman ante su encanto.

Pero justo en pleno auge de fama, dicho árbol se desprende de su belleza, así de simple.
Ya deja de tener ese magnetismo sensorial y vuelve a ser un árbol común y corriente por unos meses... ¿por qué sucederá ésto?
Creo que ese desprendimiento a la vanidad es para dejar paso a algo más noble, da paso al crecimiento del fruto, que crecerá lentamente hasta la llegada del invierno, en que en este período, volverá a ser igual o más  importante para el hombre, será importante para su alimento. Acá la belleza no será lo esencial, o tal vez sí, será la seducción de su sabor.

Nuestra cultura está empeñada a que nos obsesionemos en aferrarnos a objetos, a personas, a cualquier cosa que satisfaga nuestra necesidades momentáneas, incluso nos convence que encontró la alquimia perfecta para retener el tiempo en nuestro cuerpo... Cada vez dependemos de lo exterior para llenar ese vacío interno... Terrible presente... Desprenderse de esas obsesiones, es hoy en día, algo que duele y cuesta hasta el hecho de pensarlo. Pero cuanto más nos aferramos a esos vacíos, más apatía, intolerancia y desequilibrios sufrimos.

Todos sabemos que el cambio es necesario y positivo, pero algunos no pueden (mejor dicho no quieren) dar ese paso de soltar lo que nos ata a eso que ya es pasado. El tiempo corre como el río...